Difíciles decisiones

Escribo esto el día 24, hacia las 23 horas, para su publicación venticuatro horas después.

A menudo, resulta difícil distinguir lo que es correcto de lo que no. Sobre todo cuando parece que hay un ambiente social que parece ir en contra.

Sin embargo, los últimos meses han visto cómo un proyecto, Aralar, que podría haber tenido un hueco, quizá no tan grande como para justificar una estructura con numerosas personas liberadas ni para ser alternativa al corto plazo, ha preferido tomar el camino más fácil y simplemente aceptar lo que parece un clamor por la unidad y que se interpreta como una simple uniformización y avasallamiento de toda postura que no comparta la ilusión por una fusión que no deja de ser la culminación de las esperanzas del vanguardismo de siempre: ruptura con el pasado, lo justo y necesario. No hay que revisar las posturas respecto a lo que ha ocurrido antes, pero eso mismo nos permite colgar la odiada enseña española en las institucines que gobierna porque… Así lo dice la ley.

Cualquier proyecto con estos mimbres de caciquismo, falta de democracia interna e incapacidad de aceptación de cualquier forma de crítica, tiene los pies de barro. Puede llegar a acumular un poder impresionante y una gran masa social. Pero, como en la parábola de la rana y el escorpión, la rana del apoyo social corre el riesgo de ser picada por el escorpión de una cultura política que no ha sabido superar sus vicios vanguardistas.

Por eso mismo, y con no poca refexión, las personas que nos organizamos en Iratzarri teíamos sobre la mesa la propuesta de no vincular más nuestra organización a Aralar.

Sospecho que esta propuesta habrá sido aprobada y que a estas alturas habrá reacciones. Algunas serán de manual, el llamamiento a la ilusión y la unidad. Siento decirlo, pero ese no es más que el disfraz de la uniformidad y el escudo de unas elites partidarias que han preferido movimientos electorales a corto plazo y los beneficios a corto plazo (aunque conlleva cosas como genuflexiones ante el monarca español, ¿Quién lo iba a decir?) que la construcción desde una base humilde de algo que podría ser mejor.

Esto último conlleva enormes riesgos, pero, ¿Saben qué? Prefiero intentarlo. Para dejar cualquier actividad política de lado siempre habrá tiempo. Para lo que no tengo tiempo es para dilapidar por treinta monedas de plata mi palabra, mi credibilidad y mi dignidad.

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