Sobre ciertas opiniones universitarias

Hace ya algún tiempo, pude leer en un medio de comunicación las diatribas, supuestamente fundadas, de cierto catedrático, furibundo defensor del alza de las tasas, pues un alumno (se ve que las mujeres todavía no han llegado) solo paga una pequeña parte del gasto de su carrera. Acto seguido, se ponía a despotricar sobre la bajada de sueldos al funcionariado.

Esto me indujo a un par de reflexiones. La primera, que estaba ante otro ejemplo, de los que los libros de historia del conocimiento esán hasta arriba, de que el hecho de haber alcanzado la cúspide del reconocimiento y el máximo grado de sapiencia académica en una determinada disciplina en forma de sillón (literalmente, cátedra), no esningún impedimento para mostrar una sorprendente falta de mundo o para caer en manifiestas contradicciones.

La siguiente fue, precisamente, desarrollar dicha contradicción. Veamos, una persona desarrolla una serie de actividades desde una cátedra. No produce tornillos, su área es la educación y la producción/publicación de conocimiento. En muchos casos, este conocimiento no dará frutos hasta mucho después. En cambio, el alumnado se supone que en cuestión de un lustro estará trabajando, o intentando trabajar, por lo tanto, en muchas ocasiones prestando directamente servicios o producción tangible.

Encuentro curioso, entonces, que sea precisamente el alumnado el que tenga que cargar con unas tasas que, vía impuestos y vía aporte económico-social, sufragará directamente en cuanto ponga un pie en el mundo laboral, mientras el trabajo de la élite universitaria, que debe ser reconocido pero que, en sí misma, no produce un beneficio directo, debe ser continuamente renumerado.

Considero que, en respeto a las aportaciones futuras del alumnado y al trabajo que los estamentos universitarios realizan no es algo contradictorio. De hecho, pienso que una petición de buenas retribuciones debería ir acompañado de incentivos al estudio y al desarrollo del conocimiento, siendo lo contradictorio justo lo que nos planteaba el dueño del sillón.

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